6962 metros, esta es la altitud a la que se encuentra la cumbre del Aconcagua. Fue también a esta altura donde dos de las cinco mujeres aymaras que habían iniciado su ascenso 20 días antes llegaron a plantar la wiphala, la bandera de los pueblos andinos. Una mirada retrospectiva a la historia de un ascenso histórico, con el telón de fondo de la emancipación de las mujeres que parecían destinadas a tal hazaña. 

LAS «CHOLITAS ESCALADORAS» : HAZAÑA DEPORTIVA Y EMANCIPACIÓN FEMENINA EN EL ALTIPLANO

© Todd Antony

Un deseo feroz de hacer incómodas las ideas recibidas

El 24 de enero de 2020, el pico más alto del hemisferio sur fue escalado por primera vez por mujeres aymaras. A su llegada, Ana Lia González Magueno y Elena Quispe Tincuta lucen con orgullo sus polleras, las largas y coloridas faldas tradicionales, y sus aguayos, una especie de bulto de forma rectangular que hace las veces de mochila. El contraste con la imagen que tenemos del montañero es inmediatamente llamativo, y no podemos sino admirar a estas mujeres dado el estado ruinoso de su equipo. Pero mucho más que la hazaña deportiva (¡algunas de estas mujeres tienen más de 50 años!), se trata de liberar la palabra y demostrar al mundo entero que se puede asumir la condición de mujer moderna perteneciendo a una sociedad cuyas prácticas y creencias son milenarias. Estas cholitas, antaño confinadas a las tareas domésticas y del hogar, han conseguido, a su manera, desbaratar todos los pronósticos y emanciparse del yugo patriarcal que rige la vida de los dos millones de aymaras repartidos por Bolivia, Perú, Chile y Argentina. Así que dejan a sus hijos y maridos, la mayoría de ellos trabajando como guías, y toman el avión por primera vez hacia Mendoza.

LAS «CHOLITAS ESCALADORAS» : HAZAÑA DEPORTIVA Y EMANCIPACIÓN FEMENINA EN EL ALTIPLANO

© Todd Antony

La consagración de 5 años de activismo

Pero estas cinco cholitas, palabra que designa coloquialmente a las jóvenes bolivianas de origen indígena, aún no habían probado suerte. Fueron las sonrisas de los turistas que se encontraron en el camino de vuelta de las subidas las que les hicieron querer probarlo.

En 2015, comenzaron a escalar algunos de los picos más famosos de su país, como el Huayna Potosí (6088 m) y el Illimani (6462 m), montañas sagradas en la cultura aymara, pero que parecen estar al alcance de su pueblo de El Alto. Después de estas primeras proezas de armas, ya vestidos con ropas tradicionales que eran la antítesis del equipo de alta gama que llevan algunos, su asociación había adquirido una reputación creciente en Bolivia. En su momento, también contribuyeron a la repopularización y democratización del montañismo, una disciplina de la que los lugareños, aparte de los pocos guías, estaban excluidos debido al coste del equipo y de la entrada a los parques nacionales. Estas cholitas se las arreglaron y alquilaron sólo lo esencial: botas, cuerdas, piolets y cascos. Tras estas primeras hazañas, adquirieron tal aura y popularidad que la expedición que les llevaría al techo del continente fue financiada íntegramente por organizaciones que habían oído hablar de sus desventuras y se sintieron conmovidas por su iniciativa.

LAS «CHOLITAS ESCALADORAS» : HAZAÑA DEPORTIVA Y EMANCIPACIÓN FEMENINA EN EL ALTIPLANO

© Todd Antony

Una montaña única, cuidada por la Pachamama

Sin embargo, el Aconcagua no es como ninguna otra montaña que hayan escalado. Por eso, incluso para estas mujeres, acostumbradas a vivir a más de 4.000 metros de altitud, el proceso de aclimatación es agotador. Pero estos pioneros, decididos a mostrar el camino a toda una parte de la sociedad boliviana, demostrarán de una abnegación sin nombre, que les empujará a continuar a pesar del cansancio acumulado al final de su viaje de 20 días.

Durante el viaje, no olvidan hacer ofrendas de hojas de coca y libaciones a la Madre Tierra, la “Pachamama”, para que les abra las puertas de la cumbre de este gigante andino. Como si, una vez que hubieran puesto el pie en la montaña, el éxito de la expedición dependiera únicamente de la buena voluntad de este espíritu, prescindiendo de toda la determinación que siempre han mostrado. Pero lo principal está realmente en otra parte.

LAS «CHOLITAS ESCALADORAS» : HAZAÑA DEPORTIVA Y EMANCIPACIÓN FEMENINA EN EL ALTIPLANO

© Todd Antony

En camino, una de ellas confiesa: “Aquí no pienso en mis problemas, me siento libre“. Fue una primera victoria para estas mujeres, que en su mayoría nunca habían salido de su ciudad natal y cuya vida se limitaba entonces a cocinar para los turistas y a realizar las tareas domésticas para sus maridos. Esta fue la prueba de que esto era algo más que una subida. Aunque tres de las cinco cholitas se vieron obligadas a esperar al pie de la cumbre, es en nombre de todas las mujeres aymaras que Ana y Elena completarán este camino con un paso más motivado que nunca, y grabarán su nombre y su pertenencia a la historia del alpinismo moderno.

De vuelta a la oscuridad de su vida cotidiana, el apetito de aventura de estas mujeres no parece haberse desvanecido, y nada parece imposible. Incluso se susurra que ahora tienen la ambición de abordar otro mastodonte: el mítico Everest. Esto sin duda reforzaría la leyenda que han forjado, y daría a conocer en todo el mundo el movimiento de liberación de la mujer indígena que han iniciado y encarnado durante los últimos 5 años.

LAS «CHOLITAS ESCALADORAS» : HAZAÑA DEPORTIVA Y EMANCIPACIÓN FEMENINA EN EL ALTIPLANO

© Todd Antony

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César Pleignet

César Pleignet