Cuando el avión inicia su descenso, la ciudad ya invade la ventanilla. Monstruosa. Tentacular. Excitante. Esa ciudad que ha sufrido dos seísmos de primer orden : el primero ocurrió en el siglo XVI cuando Hernán Cortés decidió arrasarla y sepultarla bajo toneladas de tierra, se llamaba entonces Tenochtitlán, mientras que el segundo llegó en septiembre de 1985, un seísmo de magnitud 8,2 que provocó miles de muertos y campos de ruinas.

La ciudad de Octavio Paz

Aquel año, Octavio Paz tenía 71 años. En aquella época es un ya un escritor reconocido que ha recibido numerosos premios (a la espera del premio Nobel que le sería atribuido 5 años más tarde), y un hombre político influyente que había sido embajador de su país en la India. Sin embargo se quema su efigie en la calle, por haberse posicionado en contra de las burocracias comunistas.

Más o menos en esta época, el escritor termina su poemario « Árbol adentro ». « Este libro tiene la forma de un árbol de cinco ramas. Su raíces son mentales y sus hojas son sílabas » explica en el prólogo. El texto, del cual Deylan Caylon extrajo unos fragmentos para realizar su kinepoema « Ville » (Ciudad), forma parte de la segunda rama, la que « habla con los otros árboles, sus prójimos-lejanos ». No era la primera vez que Octavio evocaba la ciudad. En su anterior volumen « Vuelta », ya había compuesto un largo poema « Ciudad de México » celebrando así su vuelta a la gran ciudad tras unos veinte años de viajes y estancias en Europa, Asia y América del Norte. « Camino sin avanzar, estoy rodeado de ciudad, me falta el aire, me falta cuerpo ».

El avión se ha posado sobre la pista del aeropuerto Benito Juárez, después de haber sobrevolado la megalópolis durante tanto tiempo que se habría podido creer que acabaría por aterrizar en el zócalo, la plaza central histórica. O incluso más allá, en el ancho Paseo de la Reforma que roza los 15 km de largo: el piloto hubiera tenido margen suficiente.

La ciudad de Octavio Paz
La ciudad de Octavio Paz

Llegar a México es, antes de nada, aprender a respirar de nuevo. La altitud,ciertamente, pero también la contaminación omnipresente que a menudo oculta el Popocatépetl. Hace falta levantar la cabeza para buscarlo y quitar la vista del plano de la ciudad, o, sobre todo de la acera que pisamos, de la calle ruidosa que vamos a cruzar.

Sin embargo, unas horas más tarde, tal vez incluso un día o dos, la magia acaba operando para que la ciudad acepte absorber a este nuevo bípedo que la recorre abriendo mucho los ojos en cada esquina, ¡Y Dios sabe si hay esquinas allí!

La ciudad de Octavio Paz

¿Con qué te has quedado de México? le pregunto a Deylan mientras inspecciona sus fotos.

– Al igual que me pasó con Buenos Aires, me he quedado con la impresión de no haber terminado, pero no por las mismas razones. En Buenos Aires, la ciudad se convirtió en parte de mi hogar, entonces a veces siento las ganas – o la necesidad- de volver. El caso de la otra es exactamente lo opuesto: sé que no me sentiré nunca como en casa.

– ¿Y eso por qué?

– Es difícil de decir. Primero, porque es demasiado grande, demasiado para pretender agotarla. Y refugiarse en su centro histórico no es una solución, por lo menos para mí. Cómo dice Octavio, « estamos en la ciudad, no podemos salir de ella sin caer en otra, idéntica aunque sea distinta ».

– Es un poco el caso de todas las ciudades grandes, sobre todo en los suburbios, ¿no?

– Tal vez tengas razón, pero nunca he tenido esa sensación en otro lugar que no sea México, bueno, y también en Los Ángeles, pero era de noche. Un mal recuerdo.

– ¿Y de México te has quedado con malos recuerdos?

– En realidad no tanto, excepto tal vez por ese pequeño hotel ruidoso y mugriento que sería incapaz de volver a encontrar ahora. Pero hay a veces, demasiado a menudo tal vez, un ambiente cargado, como si algo te fuera a pasar, y luego alguien que te coge del brazo y te explica que sería mejor no ir en esa dirección. Pero eso no es sólo propio de esa ciudad. Por suerte también están esos pequeños barrios colorados como Coyoacán o casi campestres como Xochimilco, al menos cuando los mariachis recuperan el aliento, en las lanchas llenas de turistas.

La ciudad de Octavio Paz

– ¿Es esta música la que vas a elegir para ilustrar el texto?

– Oh no, hay demasiados instrumentos de viento para mí. De hecho tengo más bien ganas de restituir esta travesía en el tiempo, usando una obra moderna que clave sus raíces profundamente, estoy pensando en una obra que Busoni compuso a principios del siglo XX y que, tal vez, despertó a Bach… Una música un poco como esta ciudad « que despierta cada cien años y se mira en el espejo de una palabra y no se reconoce y otra vez se echa a dormir ».

La ciudad de Octavio Paz

Allá, en la capital azteca, un fuerte chaparrón ha venido a enjuagar el cielo y a saturar las cunetas durante esta tarde de primavera. Muy pronto en la estación: las jacarandas todavía están en flor. La temperatura ha caído bruscamente, recordando que el invierno todavía ronda por allí. El sol aprovecha para intentar dar un último golpe sobre la piel enrojecida de los turistas un poco desorientados. Demasiado tarde, ya es la hora de acostarse.

La ciudad de Octavio Paz
La ciudad de Octavio Paz

¿En qué palabra se mirará la ciudad en su próximo despertar?

Nota: el kinepoema realizado por Deylan Caylon y dedicado a Octavio Paz puede verse en linea en la dirección: https://www.lisiere.com/ville/

Las citas entre comillas vienen de poemas de Octavio Paz « La ciudad de México » (sacado de « Vuelta » – 1969-1975) y de « Hablo de ciudad » (sacado de « Árbol adentro » – 1976-1988).

Creditos: D.Bouillot y B.Bardou

Daniel Bouillot

Daniel Bouillot

Autor del artículo