© Andres Gomez
«Todo lo que hagamos los seres humanos tiene una razón: lograr la convivencia donde no nos hagamos daño» R. Nieto E.
¿Cómo es posible?
«Los problemas sociales son siempre problemas culturales, porque tienen que ver con los mundos que construimos en la convivencia.» (H. Maturana)
Asumo estas preguntas que nos hacemos todos: ¿Cómo es posible que millones de hombres continúen en las trincheras, para matar a hombres inocentes de otras naciones, para morir y para causar una profunda pena a padres, esposas y amigos? ¿Por qué o por quién luchaban? ¿Cómo era posible que ambos bandos creyeran estar combatiendo por la paz y por la libertad? ¿Cómo era posible que estallase una guerra cuando todo el mundo proclamaba que no la deseaba? ¿Cómo es posible que continúe la guerra cuando ambos bandos afirman no desear conquista alguna, sino únicamente la preservación de sus respectivas posesiones nacionales y de su integridad?
El final, ya anunciado, como luz al final del camino, como guía, como lucero que indica una dirección, un horizonte inalcanzable, que da la sensación de alejarse cuando precisamente pretendemos acercarnos, es la CONVIVENCIA.
La convivencia como fin último de todo accionar humano, la presenta como búsqueda de sentido al proceso mismo de humanización. Paralelamente a la convivencia aparece la cooperación como valor para instaurar el sentido de comunidad como humanidad.
Convivencia que tiene poco que ver con las explicaciones que tenemos hoy. Deberá ser construida, reconstruida, repensada, pensada y, sobre todo, descubierta. Nunca podremos estar conformes con la convivencia lograda, porque siempre se nos quedará corta. La medida de la convivencia es inalcanzable, por cuanto esta tiene que ver con el logro de la plena humanidad, de la humana condición y esto es imposible, su logro sería la negación de lo mismo humano, y lo humano es la imperfección, la aceptación de que siempre lo seremos.
Resolver nuestros problemas de convivencia inicia cuando nos preguntamos por nuestra flexibilidad mental; es decir, de aquella disposición para mirar lo del otro y decidir por la aceptación de nuestra humanidad, de nuestra humana condición. Esto nos lleva al reconocimiento del error, de su potencialidad para el crecer, aprender y construir otras soluciones, es la consecuencia esperada y es la acción deseada. No es, por lo tanto, la tarea, el buscar la perfección, que es lo que proponen todas las ideologías, porque aspiran a la enajenación, a olvidar la pregunta, el dudar, el cuestionarse.
Lo que nos hace humano en el respeto por sí mismo y por los otros.
Mientras más irracional y deshumanizado parece volverse este mundo nuestro, más puede un individuo sentir la necesidad de reunirse y trabajar al lado de los hombres y mujeres que comparten los propios intereses humanos.
Hasta aquí nos hemos venido preguntando ¿quiénes somos?, de aquí en adelante debemos preguntarnos ¿dónde estamos? ¿A dónde vamos?
Todo inicia y concluye con la respuesta que demos a la pregunta: ¿Qué mundo queremos? Pregunta que nos remite a considerar la perspectiva universal, somos habitantes del mundo, no sólo de nuestra casa, barrio, ciudad, región o país; lo somos del mundo, lo que sucede en el espacio particular afecta lo universal y viceversa.
El mundo que queremos es resultado de la comprensión del nosotros, que a la vez surge del entendimiento del sí mismo. Sin la aceptación y el respeto por sí mismo, es imposible aceptar y respetar al otro y sin la aceptación del otro, no hay convivencia.
Nuestra humanidad es el resultado de lo biofísico y de lo psico socio cultural, que se remiten mutuamente. Así, ese mundo deseado es aquel espacio donde, nuestra condición humana y nuestra humana condición, facilite su permanencia. Esto es el logro de la convivencia.
Convivir es garantía de permanencia y desarrollo, vamos hacia lo humano representa realizar la labor de alcanzar nuestra plena humanidad mediante la utilización de nuestra herramienta principal: nuestro cerebro, como lo define Edgar Morin: «aparato biológico dotado de habilidades para actuar, percibir, saber, aprender.» Que nos da la posibilidad de la conciencia y el pensar -la mente humana -, que construye lo cultural, las relaciones. Cerebro, mente y cultura, triada que se relaciona no de manera pacífica, donde la complementariedad y lo antagónico conlleva a los conflictos entre lo instintivo, la razón y las emociones.
Podemos entender la convivencia, no como aquel espacio de paz permanente y continua, no de estabilidad y seguridad, más de búsqueda y conflictos que unen, al referirnos a una realidad imposible de ser comprendida y menos vivida desde una sola perspectiva. Es el espacio resultado de los encuentros y desencuentros entre razón y sinrazón, cuya bases pueden ser desde esta perspectiva: la confianza, el desaprender para aprender y la búsqueda de sentido.
Vamos hacia lo humano significa darle continuidad a nuestra condición de criaturas, de necesitados los unos de los otros, pero a la vez requeridos de autonomía, de aquella necesidad de expresar nuestras capacidades individuales para formar parte, pertenecer y permanecer juntos.
Convivir es la construcción de la unidad en la diversidad, resultado del reconocimiento de que provenimos de una biología que nos es común, una mente y unos cultura que genera organizaciones que nos diferencia y que a la vez nos son comunes.
Confiar o no confiar:
«La conducta social está fundada en la cooperación, no en la competencia.» H. Maturana
Estamos inmersos en un modo de hacer las cosas generado desde la desconfianza y el control. Control que somete, sometimiento que exige obediencia, obediencia que genera miedo e inseguridades. Desde este trasfondo emocional surge la falta de respeto por uno mismo, por el otro.
Predomina la desconfianza y allí obtenemos lo que queremos con el ejercicio del CONTROL.
El control tiene como fondo la negación de las potencialidades y capacidades del otro y de las propias, al impedirnos vernos siendo capaces de relaciones donde es posible la autonomía y el respeto por sí mismo. Se estrecha la creatividad y la innovación, como ejercicio de búsqueda e incertidumbre y se ensancha lo de siempre, lo que ya funciona, lo aceptado y lo mandado por alguna figura a la cual le hemos atribuido poder.
Preguntas
¿Qué tanto me importa el otro? ¿Qué tanto asumo y me comprometo? ¿qué tanto evado, me asusto, no quiero, me aburro? ¿Qué tanto dependo de….?
Raúl Eduardo Nieto Echeverry
Psicólogo