«Aguirre, la cólera de Dios» de Werner Herzog
Lope de Aguirre (1511-1561) fue un personaje vasco legendario de la conquista española de América sobre el que el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri escribió una magistral novela llamada «El camino de El Dorado» publicada en 1947, el director de cine alemán Werner Herzog hizo una película Aguirre, «la cólera de Dios» en 1972 con la actuación del Klaus Kinski, y del que mi padre escribió en 1968 una obra de teatro que fue premiada por la Universidad del Valle en Cali.
«Aguirre, la cólera de Dios» de Werner Herzog
Hombre codicioso, supremamente ambicioso y cruel que participó en la expedición que en 1560 organizó el virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza para buscar el fabuloso «El Dorado», un lugar lleno de ilimitadas cantidades de oro y piedras preciosas que los españoles creían que existía en algún sitio de la naturaleza americana. Creencia que brotó en sus cabezas al enterarse de la ingente cantidad de oro, 84 toneladas, y de plata, 160 toneladas, que el emperador inca Atahualpa le entregó en 1532 al conquistador Francisco Pizarro para que lo liberara del encierro carcelario al que lo tenía sometido.
Sin embargo, esta gran riqueza que sus súbditos reunieron para Pizarro y sus hombres no le sirvió para obtener su libertad debido a que el conquistador español no cumplió su palabra. En cambio, decidió ejecutarlo acusándolo de varios delitos que no había cometido, como el de sublevarse contra su autoridad. Al entregarle esa gran riqueza el emperador inca lo que hizo, entonces, en realidad fue precipitar su muerte violenta a manos del conquistador.
Hecho trágico, pero muy elocuente y significativo porque anticipó el posterior periodo colonial en el que los españoles propietarios de las minas de oro y de plata condenaron a morir a cientos de miles de hombres indígenas y esclavos africanos obligándolos a trabajar todos los días en condiciones infrahumanas para extraer estos preciados y valiosos metales que llenaron de riqueza sus arcas, la de muchos comerciantes, traficantes de esclavos y las del Estado imperial español.
El virrey, entonces, encargó al veterano conquistador Pedro de Urzúa para dirigirla, de quien el escritor y poeta colombiano William Ospina escribió una muy bien documentada novela. Reunió a cerca de 300 soldados españoles, unas cuantas docenas de esclavos negros y 500 sirvientes indígenas que, en dos Bergatines, en dos barcazas y unas cuantas barcas y canoas se embarcaron por el río Marañón abajo para proseguir después por el Amazonas.
Un año después de iniciado el viaje Lope de Aguirre y otro capitán llamado Fernando de Guzmán destituyeron y mataron a Urzúa. Y apenas un mes después Aguirre destituyó y mató a Guzmán con la ayuda de los demás oficiales y soldados españoles que aún sobrevivían a la penosa travesía en que las enfermedades y los ataques con flechas envenenadas que les hacían los grupos indígenas que encontraban a su paso, los habían diezmado. Ataques que, sin bien, estos respondieron con sus armas de fuego, les ocasionaron muchas bajas.
Finalmente, Aguirre y los hombres que le quedaban terminaron la búsqueda de esa gran riqueza de «El Dorado» al llegar al océano Atlántico en el territorio actual de Venezuela. Riqueza que no encontraron en ninguna parte de su travesía fluvial por la selva amazónica.
Desencantado y frustrado por este fracaso Aguirre, sin embargo, vio en ese instante que todo no estaba perdido, que esa búsqueda no había sido en balde porque podría obtener, en cambio, otro bien muy valioso, del mismo o de mayor valor que el oro y la plata, el poder político. Decidió, entonces, sin perder tiempo declarar la guerra al Estado español dirigido por el monarca Felipe II y proclamarse «Príncipe» del Perú, de Tierra firme y de Chile. Esto se lo comunicó al monarca español en una carta que le mandó firmando con el nombre de «Traidor» en marzo de 1561.
Y cuatro meses después, al retirarse de la isla Margarita que había tomado, saqueado y en la que había ordenado ejecutar al gobernador y a 50 personas más, le mandó otra misiva al monarca español insultándolo. Pero en esta ocasión la firmó como el «Príncipe de la libertad».
Sin embargo, su aspiración a reemplazar al monarca español y gobernar con mano férrea, con violencia, las tierras americanas conquistadas con violencia por él y sus demás compatriotas conquistadores también fracasó no sólo por los métodos brutales y crueles que usó sino también porque careció de los recursos económicos necesarios, del apoyo de un fuerte ejército y de la población civil tanto española como indígena. Su voluntad política de convertirse en el gran príncipe de las Américas fue en realidad la voluntad de un hombre solo, con pocos hombres armados a su lado y sin el consentimiento de la población civil que lo condujo en poco tiempo a ser acorralado y derrotado por las tropas del imperio en la actual ciudad venezolana de Barquisimeto. Pero antes de morir por los disparos que le hicieron con sus arcabuces dos de sus antiguos compañeros de la travesía en pos de El Dorado, mató a su hija mestiza Elvira diciendo que «A alguien a quien quiero tanto no debería llegar a acostarse con personas ruines.»
© Thierry Ehrmann
Lope de Aguirre personifica como pocos a todos aquellos hombres que están dispuestos a arriesgar todo por obtener riqueza y poder, a quienes no solo ponen en peligro sus vidas sino también son capaces de sacrificar la vida de todos los que se opongan a este central, o mejor único, propósito que los gobierna con inusitado poder. Es casi seguro que Shakespeare de haber sabido de su existencia y de su vida hubiera escrito un memorable drama sobre él; hubiera sido el primero de la larga lista de escritores que se sintieron, y que se han sentido atraídos por su vida.
Pues en él la pasión desenfrenada por la riqueza y por el poder coexisten de manera muy profunda y estrecha. Son dos pasiones que parecen formar una sola, o por lo menos, se entrelazan y complementan perfectamente, en la medida que revelan la verdad que contienen: la obtención y posesión de poder es para alguien un medio muy eficaz para conseguir la riqueza que desea; y a su vez, la posición de riqueza material le abre siempre las puertas para acceder sin dificultad a los medios del poder que aspira con pasión tener.
Pero cuando estas dos pasiones se tornan desenfrenadas y poderosas, como suele ocurrir con toda pasión humana, conducen inevitable e irremediablemente, como una especie de férrea ley de la vida, a la destrucción de la vida de quienes las viven, de quienes quedan encadenados y atrapados en ellas, de quienes quedan sometidos a su ciego dominio. Por eso la vida y la personalidad de Lope de Aguirre confirma con especial dramatismo esta verdad de la existencia humana que Shakespeare nos ayudó a comprender en profundidad con los grandes dramas que escribió.

Camilo Garcia Giraldo
Filósofo y escritor