Después de 23 años de prisión cumplidos enteramente en distintas cárceles peruanas, el 14 de octubre próximo se cumple el noveno aniversario de la liberación de Jaime Castillo Petruzzi, ex militante del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) del Perú (inspirado en la figura del líder indígena tupac Amarú) y del MIR chileno.

Con 60 años de edad, el preso fue conducido desde el penal Miguel Castro al Aeropuerto de Lima y expulsado del Perú con destino a su país, Chile. Quedaba atrás un largo periplo por centros penitenciarios dotados de  diferentes grados de crueldad

Muy lejos de sus años juveniles de exilio en París, donde hubiera podido “salvarse”, en Chile recomenzaba, hace 9 años, la nueva vida de Jaime, un hombre al que nada ni nadie pudo quitarle la risa, combativo en las causas de injusticia y habitante comprometido de Chile y del mundo. Hoy se solidariza con los luchadores mapuches, denuncia la guerra imperialista, y sigue sufriendo los embates de sus antiguas batallas: no puede volar en ningún avión que pase por el espacio aéreo americano. Gran faena para un viajero y para la libertad ganada a pulso, celda a celda, año tras año.

Cerca de París, en Montreuil, hace unas semanas encontré a Jaime que buscaba el  taller del célebre Julio, pintor famoso por sus crèpes de la Rue de Mouffetard en París. Los años de encierro no habían podido con él, con su espontaneidad ni con su entusiasmo juvenil.

Jaime Castillo se prepara ahora, entre combate y combate dialéctico y asambleario, para participar en la presentación de dos libros que se han escrito sobre su vida, en Italia y en Francia.

Jaime Castillo Petruzzi
  1. Acercándome a tu historia, apasionante y desgarradora en ciertos aspectos, me impresiona la entereza y la alegría de vivir, de comunicar, de seguir explorando el mundo y la vida. ¿A qué atribuyes ese carácter?

Es probable que en parte lo haya adquirido de mi entorno familiar y social. Provengo del sur de Chile, del campo del valle central. Cuando cumplí cuatro años mi padre y madre migraron a Santiago, sin embargo, yo quedé estrechamente ligado a la casa de mi abuela paterna, a la cual regresaba cada fin de semana y durante las vacaciones escolares.  Tuve así una estrecha relación con la naturaleza y con los hombres y mujeres del campo, quienes fueron mis primeros amigos de infancia, de ellos aprendí la alegría de las cosas cotidianas y simples, ir a nadar al río, salir a cazar liebres en el cerro, montar a caballo y la dicha de las conversaciones alrededor del fogón de la gran cocina de la casa. 

El otro aspecto al que atribuyo mi forma de afrontar las dificultades, es el político ideológico. Me sensibilicé políticamente a muy temprana edad con las primeras lecturas y vivencias, a los ocho años, mis padres transformaron nuestra casa en un centro de propaganda a favor de Salvador Allende en las elecciones presidenciales de 1964. Recuerdo las intensas jornadas de pegatina de afiches y la participación en manifestaciones populares llenas de entusiasmo y jolgorio. 

Esa es la actitud que he mantenido siempre, el amor a la vida y la confianza en un futuro mejor.

Jaime Castillo Petruzzi
  1. ¿Cuál fue el primer combate al que te enfrentaste en la vida, desde niño, más allá de la lucha política?

Un hecho que marcó significativamente mi adolescencia ocurrió en Maitencillo, litoral central de Chile. Fue en el verano de 1972, tenía 15 años. Un grupo de amigos estábamos jugando vóley en la playa cuando a unos cien metros empezamos a ver gente aglutinarse. El mar había embravecido repentinamente y una gran ola había arrastrado mar adentro a cuatro bañistas, dos salvavidas con sus implementos lograron rescatar a tres personas después de un arduo esfuerzo, estaban agotados y aún quedaba una persona por rescatar que se alejaba cada vez más de la costa, y que gritaba pidiendo auxilio desesperadamente.

Un compañero y yo nos miramos y sin dudar entramos al mar a rescatarlo, después de varios metros nadando en el mar agitado, mi compañero se agotó y volvió a la orilla, aún faltaba un buen trecho para llegar a la persona, me detuve a pensar qué hacer, devolverme hubiera sido la muerte segura de esa persona, pero adentrarme al rescate podía significar la muerte de ambos. Hasta ahora, aquel dilema que se me presentó, lo considero como un hito crucial en mi vida.

Finalmente decidí proseguir en su ayuda. Fue sumamente complejo porque al momento de acércame a él, no siguió mis instrucciones y lo primero que hizo fue aferrarse violentamente a mí, hundiéndonos los dos en el acto, lo agarré del pelo firmemente y logré separarme de él, en eso momento me dijo que era ciego. Aprovechando el curso de las olas y teniéndolo sujeto por el cabello todo el tiempo, logré poco a poco ir acercándonos a la orilla, fue un tiempo infinito, gran congestión de gente se había formado en la playa y nadie entraba a ayudarnos, mis fuerzas estaban al límite, la persona estaba desfallecida, no podía soltarlo. Ya estando a pocos metros de la orilla, entraron nuevamente los dos salvavidas y se lo llevaron. Afortunadamente un señor mayor vecino nuestro, entró al mar y me tendió su bastón. A los primeros pasos en tierra firme perdí la noción de todo. Desperté al otro día en mi cama, con mi abuela materna al lado mío. No pude levantarme por tres días, me dolía el cuerpo entero, me tuvieron que dar de comer en la boca. A la semana siguiente organizaron una fiesta en mi honor en la casa comunal de Maitencillo. Todo fue muy hermoso, salvo que aquella noche que debió ser memorable para mí, me robaron mi amada chaqueta de esos años, el único lado amargo de toda esta historia.

Jaime Castillo Petruzzi

3.  ¿Qué te llevó a abrazar la causa política en Chile, tu país de nacimiento, y luego en Nicaragua y finalmente en Perú?

Como decía anteriormente, mi relación con el campo y sus trabajadores fue muy cercana, ya en mis primeros años pude constatar la dureza de la vida campesina, donde, por ejemplo, la escuela rural más cercana estaba a unos diez kilómetros de distancia, eso implicaba al menos dos horas de caminata de ida y lo mismo de vuelta para los niños de la comunidad. Cuando llovía, debían caminar descalzos con los zapatos dentro de una bolsa plástica para no arruinarlos. Cada año en mi colegio en Santiago, organizamos una campaña de donaciones de botas de goma y ropa de invierno para los hijos de los campesinos. 

Al poco tiempo entendí que la filantropía, no resolvía los problemas estructurales de fondo. 

Estudié la primaria y la secundaria en un colegio particular creado por una familia de españoles, eran republicanos comunistas que habían llegado a Chile después de haber pasado ocho años en las cárceles franquistas. Los valores humanistas y solidarios que nos impartieron en esa escuela, hacen parte de mi formación personal y política. 

En 1970, Salvador Allende gana las elecciones y se instaura el gobierno de la Unidad Popular, abriéndose un proceso de profundos cambios políticos y sociales en un país altamente politizado y polarizado. La vía chilena al socialismo, electoral y pacífica, que el gobierno popular quiso impulsar, nunca fue aceptada, ni dejó de ser asediada por la clase dominante nacional y el imperialismo norteamericano. 

Tenía quince años cuando empecé a participar políticamente en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Esta organización tenía dentro de sus principios el concepto del internacionalismo proletario, el de la patria grande latinoamericana. 

El 11 de septiembre de 1973 ocurrió el golpe de Estado civil-militar de Augusto Pinochet. Se trunca violentamente la aspiración de construir una nueva sociedad. La represión fue generalizada y feroz. Inicia la etapa de resistencia a la dictadura. Un año después, y producto de los fuertes golpes represivos a mi organización, se decide mi salida del país. Salí exiliado a Francia, ahí cumplí los 18 años de edad. En el exilio, nuestra actividad prioritaria fue seguir formándonos y prepararnos para retornar a Chile a seguir combatiendo contra la dictadura. 

En 1975 triunfan las revoluciones vietnamitas, laosiana y camboyana, que le dan un duro golpe a la potencia estadounidense, y en Angola y Mozambique se derrotaba al colonialismo portugués. Esto produce un nuevo impulso en el sentimiento antiimperialista

En 1980 reingreso a Chile, integrándome al trabajo de resistencia de mi organización hasta el año 1982, nuevamente salgo al exilio, instalándome esta vez en Nicaragua, donde había triunfado la revolución sandinista. Participó activamente en este proceso, hasta que, en 1986, soy convocado por mi organización para integrarme al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, MRTA, en Perú.

  1. ¿Qué puedes contar de tu experiencia en la cárcel, qué se puede rescatar de la prisión, el aislamiento, el hacinamiento, o en todo caso, la terrible situación de falta de libertad que viviste durante tantos años?

Caí preso en Lima en octubre de 1993, junto a 10 compañeros, 4 de los cuales éramos chilenos, en plena dictadura de Alberto Fujimori, que había dado el golpe de Estado en abril del año anterior. Uno de los pilares de las organizaciones revolucionarias, es el rescate de sus compañeros y compañeras en prisión, hay muchos ejemplos en la historia. Es más, cuando me arrestaron, me encontraba en tareas de esa envergadura. 

Es importante destacar, que toda persona que asume conscientemente un compromiso militante de este tipo, sabe que la prisión, la tortura, la muerte, es una posibilidad concreta, así como también el triunfo de nuestra lucha, y para eso nos formamos desde el inicio.

En los 23 años que estuve detenido, hubo diferentes momentos: los tres primeros meses los pasé en las mazmorras de la Dirección contra el terrorismo, DIRCOTE y en una base militar aérea. No fuimos torturados físicamente por el hecho de ser chilenos y contar desde el inicio con la presencia de las autoridades diplomáticas de nuestro país, pero fuimos sometidos a severa tortura psicológica, uno de los métodos más macabros, era escuchar los gritos desgarradores de otros prisioneros en las salas de torturas contiguas. Ese corto periodo significó interrogatorios y la condena a cadena perpetua por un tribunal militar “sin rostro”. Todo sin derecho a la defensa ni al debido proceso. 

Luego fuimos trasladados a Yanamayo, un penal creado por Fujimori exclusivamente para presos políticos, en el sur del Perú, a 4.200 metros de altura. Ahí estuve recluido por siete años. El régimen que sufrimos en ese tiempo, se puede denominar como cárcel de exterminio. Fueron años de lucha por nuestros derechos y resistencia para poder sobrevivir. 

En el 2001, una extensa huelga de hambre logró que nos trasladaran a Lima, Fujimori había huido a Japón, y el gobierno de transición acató un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (caso Castillo Petruzzi y otros), que ordenaba al Perú realizar un nuevo juicio acorde con la legislación internacional 

En resumen, fui condenado a una pena de 23 años, que cumplí íntegramente en dos penales de Lima. 

Jaime Castillo Petruzzi
  1. ¿Quién te apoyó desde dentro y desde fuera en ese larguísimo tiempo de prisión?

Lo más rescatable de esa etapa en prisión, fue nuestra forma de vivir en colectividad, desarrollamos una gran fraternidad entre los presos, así como la permanente relación con nuestros familiares.

  1. No parece haber en ti una mirada de rencor ni aspiración de venganza por lo vivido….

La estadía en la cárcel la asumimos viviendo el día a día, intensamente. Nunca faltaban actividades por hacer. Debido a eso manteníamos nuestra mente y cuerpo ocupados y en permanente desarrollo.

El odio de clases que mantenemos es contra este sistema opresor e inhumano. Y, es lo que, además del amor a la humanidad, alimenta nuestras energías para seguir bregando por un mundo nuevo. No hay odio personalizado en nuestros corazones.

Solo el deseo de seguir transformando nuestro mundo en algo mejor y más digno para todas y todos.

  1. En la vida siempre tenemos objetivos. ¿Cuáles son tus proyectos actualmente, cuál es tu batalla, quienes están contigo?

Los objetivos en la cárcel eran sobrevivir y mantener mis  fuerzas, salir cuerdos, enteros y dignos de esa tremenda prueba.

En la actualidad mis metas principales son estar junto a mi familia, mi padre y hermanos…y  acompañar el crecimiento de mis dos hijos menores, Paula de 20 y Rocco de 15.

Darles a ellos lo mejor de nuestros sentimientos y energías totales, un amor y ternura infinitos. Que sean mejores seres humanos que nosotros. Mujeres y hombres solidarios y de buen corazón. 

También, mi meta eterna, seguir luchando con todas mis fuerzas y voluntad, contra las injusticias y desigualdades en esta sociedad mercantilizada.

Nuestros sueños siguen vigentes y vamos para adelante, siempre.

Jaime Castillo Petruzzi

Un día en la cárcel. 

  • 06.00 levantada.
  • 06.15 ejercicios 
  • 07.45 ducha fría 
  • 08.00 formación en el patio
  • 09.00 cursos educativos de auto formación y de idiomas.
  • 12.30 almuerzo colectivo
  • 14.30 trabajo colectivo
  • 18.00 cese de actividades colectivas.
  • Libre hasta las 21.30 Algunos leíamos, otros miraban TV o jugaban ajedrez, fútbol,  etc.
  •  22.00 silencio y descanso

Esto era cuando teníamos el RÉGIMEN ABIERTO. A partir del año 2003.

Días de visita 

Mujeres miércoles y sábados

Hombres los días domingos.

Un día en libertad.

  • 06.30 levantada en casa
  • 07.15 desayuno con mi mujer y  con mis hijos Paula y Rocco.
  • 07.45 salida de Rocco al colegio y de Paula a la Universidad. 
  • 09.00 comienza mi jornada laboral
  • 18.00 termina mi jornada laboral
  • 20.00 cena familiar cuándo están chicos en casa. Jugamos ajedrez o vemos una película. 
  • 22.00 descanso

Esto es de lunes a viernes

Sábados y domingos, de acuerdo a programación de chicos organizamos algo con la familia agrandada.

Patricia Almirón Cairoli

Patricia Almirón Cairoli

Periodista