En nuestro artículo anterior, decíamos que el cine latino es un cine de compromiso, un cine de autor, un cine donde la preferencia se hace sobre la denunciación y la sociología de culturas más que sobre el cine de masa. Divertir o dar miedo, la ciencia ficción o el cine «catástrofe» interesa mucho menos a creadores, productores y realizadores latinos.

Aunque el público de América latina es ávido de historias de amor y de «blockbusters»* de Hollywood, sus principales directores continúan con la tradición de privilegiar el cine político, social que revela desigualdades y abusos.

En nuestro número anterior decíamos también que, como todo arte, el cine depende de la ayuda de sus gobiernos, así como del apoyo que las instituciones del audiovisual dan a sus realizadores. A eso podemos agregar también la capacidad de cada grupo (cinematecas, asociaciones de directores, etc.) a crear vínculos e interesar promotores e inversores de otros países creando lo que funciona cada día más; las COPRODUCCIONES.

La llegada de los gigantes del streaming al mercado mundial ha multiplicado enormemente las coproducciones y así, muchísimos pequeños y grandes realizadores latinos han encontrado el apoyo financiero en Amazon, Disney o Netflix por mencionar algunos de esos gigantes.

Hacer una película en Europa o Estados Unidos cuesta entre 300 y 500 mil euros si no hay viajes y cambios de escenarios en distintos países.Si todo se hace en estudio o con paisajes vecinos.Es el precio mínimo.

Por el contrario, en América Latina el precio es dividido por 2 o por 3. De ahí que invertir en una película argentina o chilena no es lo mismo que en una película alemana o sueca. Pero naturalmente seguimos con la clasificación que hacen todas las agencias de producción de películas del mundo; todo depende del país y todo depende de la popularidad del realizador.Existen países que se han hecho un lugar en el mundo del cine. Es el caso de Argentina, México, Brasil y Uruguay. Otros como Colombia y Perú han multiplicado sus presencias en el mercado europeo a través de una participación más importante en los festivales de cine latino (Biarritz, San Sebastián, Bruselas), o creando sus propios festivales o en el país de origen o en otros países (Festival de Cine Peruano a París, Festival de Cine Colombia a Viena, etc.)

Continuemos con esta vuelta al mundo latino y veamos los otros países donde el cine es menos conocido, pero no menos importante para la cultura de estos países.

Comencemos con el cine chileno

Como la mayoría de sus vecinos latinoamericanos, el cine chileno tiene tres momentos, sus inicios a principios de siglo como cine social y cultural, la interrupción con una fuerte censura entre los años 70 y 85 y el nuevo cine chileno que surge a partir de fines de los ’80.Durante la dictadura de Pinochet la mayor parte de cineastas chilenos siguen trabajando fuera del país, como es el caso de Raúl Ruiz, Patricio Guzmán o Alejandro Jodorowsky. Pero es a partir de los años 2000 que el cine chileno tomó un impulso internacional, gracias sobre todo a coproducciones argentino-chilenas, o con países de Europa (Alemania, Francia, España).El nuevo cine chileno mantiene su línea de cine de autor, de cine comprometido, sobre todo con las minorías étnicas o las clases desfavorecidas en Chile, así que con una posición política muy fuerte.

Esto hace surgir en el panorama mundial una galería impresionante de creadores tales como Andrés Wood (Mi amigo Machuca), Patricio Guzmán (Nostalgia de la luz,) Sebastián Lelio (una mujer fantástica) Pablo Larraín (No) o Sebastián Silva (Nana) impulsando una generación dorada de realizadores jóvenes con enorme talento. Su escuela de cine, una de las más prestigiosas de América Latina ha hecho emerger talentos como Alejandro Amenábar o Mario Alberdi premiados en Europa por sus documentales sobre Allende y la realidad mapuche y sus conflictos para defender sus tierras.

La vuelta del Mundo Latino en 80 películas (segunda parte )

El cine venezolano

Es muy prolífico, pero, al igual que el ejemplo de Uruguay con muchísimas dificultades para hacer sentir su presencia en Europa y Estados Unidos. Y peor aún, poco difundido en su propio país. Hasta los 2000 el público venezolano seguía el cine americano y europeo y evitaba el cine nacional. Y es gracias a los premios ganados en San Sebastián (Pelo Malo de Rondón), Biarritz (La Familia de Rondón Córdova), Bruselas (Dirección Opuesta de Bóllame) y Venecia (La fortaleza de Chalbaud) por sus realizadores que el público venezolano ha vuelto a ver su propio cine.
La inauguración de la VILLA DEL CINE, complejo cinematográfico gigante, da un nuevo auge a la industria del cine. Así, a partir de 2005 el gobierno venezolano invierte una parte de sus beneficios petroleros en la cultura del audiovisual dando becas, subvenciones y creando festivales de cine venezolano en diferentes partes del mundo.

Películas como «Postales de Leningrado «de Mariana Rondón, o «Mirada Regresa» de Alberto Lamata fueron financiadas totalmente por universidades y el gobierno, abriendo así la puerta a un gran número de películas financiadas por el estado.
Actualmente la producción venezolana es una de las más importantes en América Latina, aunque su anonimato continental y mundial da un tono de injusticia a sus creadores.

Pasemos ahora al cine boliviano

El cine boliviano comienza su vida como evento cultural tardíamente con respecto a otros países latinoamericanos. El público y sus realizadores se interesan verdaderamente en su cine nacional entre 1915 y 1925 con la primera compañía cinematográfica y la apertura de cines sobre todo en la capital. A partir de 1955 y con la llegada de realizadores como Jorge Ruiz (La vertiente) el cine boliviano hace sus primeros pasos serios en el cine sociológico y político. La llegada de la dictadura de Hugo Banzer motiva otro tipo de cine; romántico y de divertimento.

El cine político, comprometido que contesta el poder militar y la explotación de los campesinos es censurado y durante 20 años el cine boliviano es propagandista pro-gobierno o de entretenimiento. Se crea en ese periodo la Cinemateca Boliviana que es fuertemente controlada por los militares y la represión.

A partir de 1990 el gobierno se democratiza y la cultura comienza a ser liberada y subvencionada. Se crea el Fondo de Fomento Cinematográfico, que como en Chile y Venezuela ayuda a los jóvenes creadores a realizar sus películas.Bolivia comienza de nuevo su cine sociológico, a lo cual se incluye un número importante de documentales denunciando la explotación del Altiplano y la Amazonia. A veces en una forma inédita; el dibujo animado. Como es el caso de “Paulina y el cóndor” de Mario Barragan o Denis Chapón (Abuela grillo).

Así, el comienzo de la década del 2000 ve la llegada a la escena latinoamericana de realizadores como Hugo Ara (La oscuridad radiante), Paolo Agazzi (el día que murió el silencio), Mauricio Calderón (el triángulo del lago) o Martin Boulocq (Lo más bonito y mis mejores años).

El nuevo cine boliviano de los 2000 busca sobre todo mostrar los perfiles de la sociedad boliviana en todas sus clases y diferencias.Películas como «Zona sur», «El ascensor» o «Tierra sin mar» son un retrato del enorme abismo entre las clases altas bolivianas y el campesinado de mayoría indio.

La Ley de Cine de Bolivia fue promulgada a finales de 2018 tras varios años de organización y demandas del sector audiovisual, y su reglamentación está en trámite en la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (Udape). Por ello, en 2020 se creó el Fondo de Fomento Cinematográfico (El Fondo 2020). El Fondo 2020 se financia mediante un acuerdo entre ADECINE y el Ministerio de Planificación del Desarrollo. El objetivo es ayudar a los jóvenes creadores a realizar sus películas.

Y terminemos esta vuelta con Ecuador.

Como el cine boliviano, el cine de Ecuador nace tarde en comparación con los otros países. Su nacimiento oficial como arte público se sitúa en 1920 pero es en 1950 que aparecen los primeros realizadores y que el público ecuatoriano se interesa a su cine nacional y en particular las instituciones gubernamentales. Las alianzas con productoras latinas, especialmente mexicanas y argentinas le permiten existir en el universo latino y norteamericano, pero sin poder entrar en el mercado europeo. El cine ecuatoriano privilegia un cine musical, romántico, biográfico y para todo público. Empresas como Ecuador Sono Film y la Cinemateca Ecuatoriana crearon “Asocine”, uno de los primeros grandes sindicatos de cine de América Latina.

Películas como «Guayaquil de mis amores» de Dimenjo, o «La divina canción» y «Incendio» de Nicasio Safadi se basan en éxitos musicales que atraen a todo el público amante de la música regional.
El cine ecuatoriano explota una vena importante en América Latina; la canción y sus cantantes faros. Estrellas del cine como Mariano Moreno en México, Carlos Gardel en Argentina o Vinicius de Moraes en Brasil dieron un auge importante al cine latino. Y el cine ecuatoriano se «especializa» en este tipo de películas.
A partir de 1980, el cine ecuatoriano se integra a la ola del cine sociológico, político y de autor del resto de América Latina. Directores como Camio Luzuriaga con «La tigra» o «Entre Marx y una mujer desnuda» o «Ratas, ratones, rateros ” de Sebastián Cordero marcan el comienzo de un cine comprometido socialmente.

Las coproducciones se multiplican a partir del 2000 en particular con los países vecinos (Colombia, Venezuela). Películas como «Qué tan lejos», «Crónicas» «Rabia» y «Pescador» son presentadas en festivales como Cannes y Montreal y hasta tocar el gran público del Oscar americano con «Que tan lejos»El cine ecuatoriano se exporta poco a poco a partir de 2015 al gran público europeo y con ella gana sus laureles internacionales.

*una película con un suceso importante

 

La vuelta del Mundo Latino en 80 películas (segunda parte )
Ruben Otormin

Ruben Otormin

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