© Ernesto Mastrascusa – Alicia Alonso, bailarina de ballet
Educar es un acto vital de entrega para ayudar a construir o rescatar vidas. Con la educación se trata de formar hombres y mujeres que sean capaces de vivir en plenitud y con dignidad, asumiendo responsablemente su condición ciudadana.
El trabajo de los contenidos programáticos pretende que el alumno de Educación Artística adquiera el referente básico de cada lenguaje artístico, entre ellos la danza. Que incorpore a su formación elementos que coadyuven al proceso de una visión estética y conocedora que favorezca el desarrollo del pensamiento artístico.
La danza es el movimiento del cuerpo a un ritmo determinado, convirtiéndose en la expresión corporal del ser humano que permite expresar sentimientos y estados de ánimo a través de esos movimientos. El resultado de la enseñanza de la danza es un beneficio de las actividades cotidianas y del crecimiento personal. Además, permite encontrar maneras de comunicación más profundas e íntegras, lo que repercute en el encuentro con los otros.
Desde el punto de vista corporal, la danza logra una función compensatoria ante el sedentarismo propio del estilo de vida actual y la disminución del movimiento a su sentido más utilitario, que hace que todos nuestros esfuerzos motrices estén dirigidos mayormente a la ejecución de actividades mecánico-prácticas.
La gimnasia y el deporte pueden compensar dichas carencias motrices pero la danza, además, ofrece un ejercicio corporalmente más global, exento de elementos profesionales y con un alto componente divertido. No por ello, debemos considerar en un segundo plano el importante tributo de la danza al desarrollo motriz, la ventaja de hábitos saludables y la realización de las tareas motrices necesarias en la vida cotidiana.
© Alexandre Trouvé
En la medida que el alumno va interactuando con mayor amplitud y profundidad el conocimiento de la danza, integra los elementos bajo un análisis reflexivo que facilita su interiorización, que lo lleva a enfrentar tareas de mayores niveles de complejidad, más interesantes y productivos, que estimula la independencia cognoscitiva.
© Mauro Repossini
La estrategia para su aprendizaje se basa en la recreación, la imitación, la experimentación y la imaginación, procesos que pueden ser aplicados a cualquiera de los lenguajes artísticos. La improvisación en la danza nos lleva a reflexionar sobre las posibilidades de creación, y permite al mismo tiempo utilizar lenguajes tradicionales y crear nuevas corrientes innovadoras de expresión, basados en la experimentación y en el conocimiento de todas las posibilidades que tiene el cuerpo para moverse, ya sea de interacción social, con fines de entretenimiento, artístico y espiritual.
Esta es la forma de trabajo que se sugiere para el desarrollo de la enseñanza de la danza a partir del diseño de secuencias de situaciones didácticas que provoquen encuentros con grupos de danzas, atractivos, retadores y de interés. Por ello, es importante brindarles momentos donde exploren, experimenten y tomen decisiones, utilizando herramientas didácticas que les den la sensación de bienestar y satisfacción, cultivando su disposición para involucrarse y aceptar compromisos en acciones que les conduzcan a nuevos aprendizajes.
Desde esta perspectiva, se convierte en el lenguaje artístico que le permite crear, siendo consciente del significado que puede transmitir a través de un movimiento, un gesto o una acción, lo cual, forma parte de la manifestación física y emocional del cuerpo.
Francisco León Batista Fernández
Autor del artículo
Maestro en Procesos Formativos de las Artes en la mención Danza. Profesor en la Universidad en la ciudad de Las Tunas, Cuba.