Más de un millón de personas mexicanas y más de trescientas mil centroamericanas intentan cada año cruzar ilegalmente la frontera entre México y los Estados Unidos. Solo un 15% lo consigue.Para llegar a Europa, los inmigrantes clandestinos africanos intentan saltar la valla situada en la ciudad española de Melilla, conocida como el Muro de la Muerte, la cual tiene seis metros de altura y en su cúspide se instalan hojas afiladas. Pero, la vía más peligrosa es la de intentar ingresar por el Mediterráneo. En el 2015, son más de cuarenta y cinco mil personas las que han llegado a Italia por el Canal de Sicilia.
© Margarita Cadenas
Las políticas de la Unión Europea no han sido suficientes para resolver el problema de la inmigración ilegal. A pesar de la solidaridad y el respaldo expresados por los estados miembros, particularmente a Italia, las ayudas y programas acordados siguen siendo insuficientes.La Isla de Sicilia y la pequeña isla de Lampedusa han sido testigo de este drama humano. A sólo unos kilómetros de sus costas, sucedió la peor catástrofe donde más de 700 inmigrantes africanos murieron ahogados. Sin embargo, todavía hoy por hoy, continúan llegando embarcaciones obsoletas con inmigrantes clandestinos.
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La recuperación de este tipo de noticia por parte de los medios de comunicación pone alerta al mundo y a los gobiernos pero, lamentablemente, es rápidamente acallada por el flujo de la información. Otro drama político, natural, económico y/o social en el mundo viene a poner sordina a esta realidad que se vive día a día en el Mediterráneo.Cerrar los ojos ante esto no permite mostrar el crecimiento de las desigualdades sociales y económicas en el mundo Norte-Sur. Un estudio ha señalado que el tráfico de seres humanos produce ganancias por el orden de treinta y cuatro mil millones de dólares anuales a las mafias especializadas quienes controlan las “carreteras del mar” y las rutas para atraer a los inmigrantes.
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Miles de personas sin recursos, cada vez más pobres, sin agua, sin comida, continúan soñando con sobrevivir y con esta meta emprenden el dramático viaje para cruzar las fronteras hacia los países del Norte en busca de una vida mejor. El hambre, la falta de oportunidades de trabajo y los graves conflictos internos sociales, bélicos y/o religiosos de sus países los empujan a huir, aún a sabiendas del riesgo de encontrar la muerte. Esto no les detiene a emigrar clandestinamente en embarcaciones destartaladas, sin temor a morir, porque para ellos este riesgo no es tal, dicen: “lo que no saben ustedes es que nosotros ya estamos muertos“.
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Margarita Cadenas
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