Suite bolivariana © Marcos López

 

América Latina es un ícono: cactus, cejas de Frida, lamas, ponchos, tucanes y flores. Todo lo «latino» parece ser colorido, lleno de hojas y de estruendos. Al parecer todos los latinos y las latinas somos apasionados, llegamos tarde a nuestras citas y hablamos a los gritos. Por un lado, la mundialización ha acercado y ha tendido puentes y, por otro, ha colorado también a afianzar los estereotipos culturales  simplifcando y seleccionando  información en su camino. Nada nuevo bajo el sol .

Narcotraficantes, reggaeton, bombas sexuales y naturaleza salvaje para la versión adulta en sries de internet. Cactus y pequeñas Fridas con brillitos para  la versión infantil en remeras y agendas. Siempre han existido estereotipos culturales, pero el de nuestra región es especialmente singular ya que no se ha construido en torno a la cultura de un país sino al de un continente entero. Y problablemente hasta podamos encontrar paralelos entre las formas de estereotipar  la realidad de América Latina en las series Netflix y  las cartas  de  relación de Cristóbal Colón. Pero hoy no viene el caso.

«Es probable que pueda hablarse de cierta recurrencia de  lugares comunes que parten, en primer lugar, de una falta de conciencia de la vastedad del territorio ocupado por el subcontinente latinoamericano. Así, surgen sorpresas cuando un europeo o una europea se entera de que algunos países latinoamericanos (como  Chile o Argentina) tienen temperaturas bajo cero, porque en cierto imaginario, América Latina se asocia de modo reductivo al clima tropical.

Esta percepción se traslada al ámbito de la cultura y por ejemplo se asume que tal o cual ritmo musical es emblemático de Honduras, de Ecuador o Paraguay”, comenta Francisco Aiello, Investigador del CONICET (I ) y docente de Letras de la UNMDP (II), en Argentina, quien ha estudiado y trabajado extensamente estas cuestiones.

“Sin duda, hay poco conocimiento de las variedades geo-culturales que atraviesan la región. Parece que cuesta comprender la heterogeneidad que nos caracteriza, que se articula con esos otros elementos que constituyen nuestra unidad, ya sean lingüísticos (con predominio del español y del portugués) o históricos.”

Y agrega: “Creo, sin embargo, que cabe hacer dos salvedades. La primera es que también en Europa me he encontrado con numerosas personas del ámbito académico o de muchos otros, guiadas por un interés sostenido en los avatares latinoamericanos, que siguen de forma cotidiana mediante la prensa, contactos personales o viajes.

La segunda es una suerte de provocación, porque me pregunto si desde América Latina no se reproducen finalmente miradas análogas, por lo reductivas, sobre Europa. Cuando se piensa desde nuestra mirada latinoamericana en este continente, el llamado Viejo Continente, me parece que en realidad evocamos el puñado de los países europeos más occidentales, y pocas veces esa imagen incluye, por ejemplo, los países bálticos.

Y demos un paso más, ¿cuántos países de África puede nombrar un latinoamericano o una latinoamericana promedio? Me parece que es una deuda que se puede encontrar en todas partes en relación con la falta de interés por las otras culturas.”

No es de extrañar que pese a que en ciertos círculos existe una gran curiosidad en torno a la cultura latinoamericana, ciertos aspectos continúan siendo completamente desconocidos y hasta caricaturizados. Gabriel García Márquez lamentablemente no goza del mismo reconocimiento que Pablo Escobar. 

Amérique latine : Entre identités dynamiques et stéréotypes dynamisés

Santos en el patio, © Marcos López

“Supongo que los aspectos desconocidos son los que no han despertado el interés del mercado. La mayoría de los íconos que fácilmente se propagan y que van configurando cierta imagen distorsionada de América Latina son los que explota la industria del entretenimiento, en especial la estadounidense que se apropia de distintos elementos (productos típicos, figuras históricas o culturales, expresiones artísticas) para transformarlos en productos comerciales”, señala Aiello.

Los latinoamericanos renegamos de los estereotipos, sobre todo cuando son negativos, pero no podemos negar una extraña pertenencia a algo difícil de explicitar. En nuestro mestizaje intrínseco, podría decirse que compartimos una misma sangre, metafórica e históricamente hablando. ¿Una identidad común de la diversidad?

“La pregunta en torno a la identidad ha sido recurrente incluso desde los movimientos independentistas desde principios del siglo XIX, entre los cuales el primero fue Haití que declaró su independencia en 1804 (dato generalmente ignorado en el resto de América Latina). Los países latinoamericanos han buscado insistentemente la respuesta a la pregunta en torno a las identidades nacionales, como lo prueba la vasta producción ensayística producida hasta mediados del siglo XX. Esas perspectivas se caracterizaron por una mirada esencialista ansiosa de fijar una identidad como si pudiera tratarse de una constante. Lo cierto es que la identidad es una construcción siempre inacabada. De manera que si hablamos de una identidad latinoamericana, no hay que pensarla como sumatoria de rasgos inmóviles, sino de forma dinámica y relacional”, remata  nuestro invitado.

Puede consultar la segunda parte del artículo “América Latina: entre identidades dinámicas y estereotipos dinamitados” haciendo clic en el siguiente enlace : Segunda parte

I CONICET son las siglas del Consejo Nacional de Investigaciones  Científicas y Técnicas. Es el principal organismo público dedicado a la promoción de la ciencia y de la tecnología en Argentina, depende del Ministerio de la Ciencia, de la Tecnología , de la Innovación y de la Nación.

II Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

 

Paula Botta

Paula Botta

Autor del artícuo