Créditos: Pascal Bernardon
¿Por qué callamos? ¿Cuándo callamos? ¿Cuándo, queriendo decir algo a alguien, no lo hacemos? ¿Por qué guardamos silencio, sobre todo frente a figuras de autoridad?
Libro de Raul E. Nieto
Cuando nos hacemos estas preguntas, encontramos argumentos que justifican el silencio guardado, que nos llevan, y de esto es de lo que no somos conscientes, a seguir actuando, pensando, sintiendo, acerca de nosotros y de lo que nos rodea, de la misma manera de siempre. Hemos permanecido en silencio en muchas situaciones y circunstancias de nuestra vida, que de no haber silenciado, ésta hubiese transcurrido en otros ambientes. ¿Qué nos hemos perdido por permanecer en silencio? Nunca lo podremos saber a ciencia cierta, pero seguro hemos perdido libertad.
Lo que voy a llamar, “el no silencio”, es el origen de caminos nuevos, al hacernos protagonistas, al asumir la responsabilidad de lo que nos pasa o no nos pasa. No supone el control de todo. Frente a nuestra realidad vivida, en donde nada o casi nada nos pertenece por completo, el pretender el control nos conduce por el camino contrario a nuestra independencia, ya que solo estaríamos conducidos por las acciones que quieren el control.
Por el contrario, el no pretender el control nos libera, al considerar el presente como lo único posible por suceder, ya que depende de la forma en que asumimos de lo que queremos hacernos responsables. La búsqueda del control, es la pretensión de dominio sobre los que nos rodean, de sus pensamientos y acciones, escenario por completo imposible, aunque muchas veces tengamos la sensación de haberlo logrado: fue más por el silencio del otro que por nuestra acción de control.
El ser humano se da en el intercambio abierto, libre, espontáneo. Cuando este intercambio no es así, cuando éste se da en el silencio, en lo cerrado, en lo cautivo, en lo rígido, la misma humanidad se guarda, dando cabida al miedo, al aislamiento, a la separación, a la locura, a la violencia; aparecen las dominaciones de cualquier tipo – política, ideológica, religiosa, económica.
En el “no silencio”, en la expresión abierta y libre, en la manifestación de la experiencia consciente, aprendemos, porque nos dejamos confrontar por el otro, aceptamos sus visiones diferentes, esto es la experiencia de aprendizaje: Aquel momento donde el otro nos dice cosas que no vemos, que negamos. Aprendemos por el “no silencio” del otro, al absorber lo dicho por el otro. El “no silencio” nos invita a la reflexión, aquella mirada hacia nosotros mismos, a la toma de consciencia de cómo me paro frente al mundo que expreso. Si todos callamos, si uno solo calla, todos nos empobrecemos en nuestra búsqueda de lo que somos.
No solo si se calla el cantor calla la vida, si cualquiera calla, la vida misma se ve afectada: Cuando guardamos silencio, se pierden las coordinaciones, aquella danza necesaria para sentirnos vivos. Solo en las coordinaciones cambia la realidad pensada, llevándonos a otros lugares desconocidos, para ambos danzantes. No solo debemos “no silenciar” por nosotros, es también por los demás cercanos y lejanos, que lo debemos hacer; por aquellos que aún guardan silencio, por las razones que sean.
Al nosotros “no silenciarnos”, abrimos las puertas para que los otros, que podemos ser nosotros mismos, escuchen las voces disonantes y la posibilidad de su expresión: “Que no calle el cantor porque el silencio, cobarde apaña la maldad, que oprime. No saben los cantores de agachadas, no callarán jamás de frente al crimen”. “Si se calla el cantor” Horacio Guarany*
La vida se manifiesta plena en la palabra pronunciada, al abrir la construcción de la realidad: Las palabras construyen realidad. La locura es la pérdida de la palabra pronunciada, al considerar, el que la sufre, la imposibilidad de lo deseado, de lo anhelado, quedándose sólo su propio mundo, su silencio, su realidad imposible de compartir.
Esta no es una invitación al ruido, al expresar por expresar, al decir por decir. Es una invitación al “no silencio”, por lo tanto, a la consciencia de que somos actores de lo que pasa a nuestro alrededor y en el mundo que compartimos con otros.
Podemos confundir “no silencio”, con aquellos que quieren dominar a partir de sus propios y particulares discursos, que piensan que su tarea es el de convencernos de cuán equivocados estamos y que su visión del mundo es la única y mejor posible. De estos debemos alejarnos, con ellos la tarea es que guarden silencio, que escuchen lo que los otros diferentes les están diciendo, a veces gritándoles. El “no silencio” es la oportunidad para abrir el oído a lo que otros dicen y más a aquellos que nos señalan cosas que nos molestan, por lo contrario a las nuestras.
El “no silencio” es un acto de desapego, es un rompimiento con lo que hasta ese momento nos ha dado seguridad, porque ya no tenemos miedo a lo que nos pueda pasar, y no tenemos miedo como comprensión de lo efímero, de que lo valioso de algo lo es, no en sí mismo, sino por las relaciones y construcciones que hemos nosotros mismos realizado.
En la actitud del “no silencio” afrontamos la vida no desde lo que se vive, sino desde el cómo se vive lo que se vive, es la toma de consciencia del momento, de cómo afrontamos cada instante de nuestro vivir. Desde esta actitud, podemos preguntarnos constantemente por otras alternativas diferentes a las que ya usamos, porque nos abrimos a las posibilidades presentes y dejamos de lado lo deseado.
Los seres humanos nos transformamos en el vivir según la trayectoria que siguen nuestras interacciones, si preferimos el silencio, dejamos en las circunstancias vividas nuestra trayectoria, si preferimos el “no silencio”, nos apropiamos de esta trayectoria producida en una danza con los otros participantes, ampliando el espacio operacional, el espacio donde actuamos. Es cierto, estamos determinados estructuralmente, somos seres vivos, solo podremos lograr lo que nuestra estructura nos facilite.
Esto no significa nada diferente a entender que la tarea es con nosotros mismos. Cambiamos nuestra estructura mental y con ella ampliamos las posibilidades de accionar, nos abrimos al desarrollo de otras capacidades, no porque cambiamos lo de afuera sino porque cambiamos lo de adentro: nuestras determinaciones estructurales, nuestros esquemas mentales. El “no silencio” nos abre plenamente al encuentro con el otro diferente, al examen de nuestra propias limitaciones y de nuestra estructura actual.
Es perder el miedo a perder, es una ampliación del entendimiento de las circunstancias de su vida. Vivimos en conformidad con el modo de vivir actual, mientras no perdamos lo que deseamos conservar y al valor que le damos a lo que podemos perder.
Este es un vivir enajenado al valor de lo que podemos perder. Un vivir libre – no enajenado- nos lleva a liberarnos del valor que le damos a lo que podemos perder y a la construcción de relaciones que se viven en el presente.
Los seres humanos aparecemos en las conversaciones que establecemos entre nosotros, nada humano ocurre por fuera de estas conversaciones, nos damos en lo social: Y lo social lo negamos cuando guardamos silencio frente al otro, o como negación de ese otro o como negación de sí mismo.
Mirémonos a nosotros mismos y asumamos si nos comportamos buscando el silencio de los demás o si nos pasamos silenciándonos a nosotros mismos. Ambas conductas niegan lo social, donde las emociones juegan el papel de permitirnos la relación: si no sentimos emociones no nos relacionamos. El “no silencio” nos pone frente a la pregunta de ¿cómo estamos asumiendo nuestras emociones? La emoción no es algo que nos pasa es algo que hacemos que nos pase, esto lleva a la supremacía de la razón, – como consciencia del sí mismo-, sobre la manifestación de la emoción.
Estamos en una cultura centrada en el control y en la desconfianza, en el sometimiento del otro y a su negación; si queremos mejores formas de operar y solucionar nuestra convivencia abandonemos el control, la desconfianza mutua, el sometimiento mutuo y pasemos a no silenciarnos los unos a los otros, trabajemos por vencer el miedo al mañana y el odio al pasado y esforcémonos en mantener conversaciones retadoras que nos ayuden a reconocernos seres en construcción constante. ¡No nos silenciemos!
Raul E. Nieto
* Si se calla el cantor Horacio Guarany
Si se calla el cantor, calla la vida,
porque la vida misma es toda un canto.
Si se calla el cantor, muere de espanto,
la esperanza, la luz y la alegría.
Si se calla el cantor, se quedan solos
los humildes gorriones, de los diarios.
Los obreros del puerto, se persignan,
quién habrá de luchar, por sus salarios.
Qué ha de ser de la vida, si el que canta,
no levanta su voz en las tribunas.
Por el que sufre, por el que no hay
ninguna razón que lo condene a andar sin manta.
Si se calla el cantor, muere la rosa,
de qué sirve la rosa, sin el canto.
Debe el cantor ser luz, sobre los campos,
iluminando siempre, a los de abajo.
Que no calle el cantor porque el silencio cobarde,
apaña la maldad, que oprime.
No saben los cantores de agachadas,
no callarán jamás de frente al crimen.
Que se levanten todas las banderas
cuando el cantor se plantea con su grito.
Que mil guitarras desangren en la noche,
una inmortal canción al infinito.
Si se calla el cantor, calla la vida.
Raúl E. Nieto Echeverry
Psicólogo y profesor en Colombia