Rigoberta MENCHÚ TUM es Premio Nobel de la Paz desde 1992. Nacida en la comunidad quiché de Guatemala, dedica su vida a la reconciliación basada en el respeto de los derechos de los pueblos indígenas y la justicia social. En 1993, creó una fundación en Ciudad de México para fortalecer el respeto a los derechos humanos y la búsqueda de la paz: la Fundación Rigoberta Menchú Tum.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, Rigoberta MENCHÚ TUM concedió una entrevista a la asociación LATFRAN (Francia-América Latina). Respondió a las preguntas de Pascal DROUHAUD, Presidente de LATFRAN, para hacer un balance de la situación de las mujeres en el mundo, y más concretamente en la región latinoamericana-caribeña, tras un año de pandemia que ha trastornado la vida cotidiana del planeta.

(LATFRAN) ¿Por qué es importante celebrar el Día de los Derechos de la Mujer?

(Rigoberta MENCHÚ) En primer lugar, quiero recordar que este día se estableció como resultado del sufrimiento soportado por las mujeres. El Día Internacional de la Mujer se celebra en un contexto de violencia y tragedia. Por desgracia, en la humanidad, las mujeres sufren opresión, marginación y diversas formas de discriminación. En realidad, creo que la exclusión de las mujeres no es real, ya que están en el corazón de la vida. Creo que, a lo largo de la historia universal, la vida y la memoria de las mujeres están inscritas en la sabiduría, la perseverancia, la participación y la enseñanza. Las mujeres ocupan un lugar decisivo: hacen una contribución muy fuerte a la sociedad.

En segundo lugar, quiero decir que esta contribución es profunda, sobre todo en los procesos de transformación de las sociedades, especialmente porque las mujeres tienen un papel importante en la educación. El Día Internacional de la Mujer brinda la oportunidad de elevar el papel de las mujeres a la categoría de modelos. Creo que tienen un lugar importante en la vida. Así que hoy, en este día concreto, celebramos no sólo las tragedias, sino también el papel central de las mujeres en la historia del mundo.

Usted es Premio Nobel de la Paz desde 1992. ¿Ha observado algún cambio en la condición de las mujeres en los últimos treinta años?

Sí, absolutamente. La situación de las mujeres ha cambiado en los últimos años. En mi juventud, no había acuerdos, tratados o cooperación como los conocemos hoy.

Sin embargo, recuerdo una conferencia en 1985 en Nairobi, Kenia (conferencia internacional de las Naciones Unidas). Tuve la oportunidad de asistir cuando era más joven. Esa conferencia abrió una puerta importante para el reconocimiento de los derechos de las mujeres, especialmente en el debate universal sobre la participación de las mujeres en la toma de decisiones políticas o económicas.

Creo que de ello han derivado muchos avances: desde entonces, varias mujeres han ocupado puestos en los distintos parlamentos del mundo; además, participan en el debate político y en las elecciones. Este es menos el caso de América Latina, donde las mujeres siguen estando demasiado marginadas en la política.

Los avances han sido notables. Sin embargo, las mujeres siguen siendo víctimas de la delincuencia y la violencia. Por ejemplo, hoy en día se habla mucho del feminicidio. Es un delito que afecta a la dignidad de las mujeres en todo el mundo. Se comprometen a diario. También podemos hablar de la violencia contra los jóvenes, sobre todo contra las chicas. Queda mucho por hacer para cambiar las cosas. Por ejemplo, tenemos desnutrición crónica. Tenemos un gran número de mujeres que viven en la extrema pobreza. Eso no ha cambiado. Por tanto, ¿cómo podemos luchar para que se respeten los derechos de las mujeres? Necesitamos normas que no sean obsoletas y que quizás hagan más hincapié en la diversidad. En mi opinión, se trata de una condición fundamental de todo el ser humano. No sólo debemos luchar para que se reconozca la diversidad, sino para que se practique y se ejerzan los derechos. Por desgracia, hay demasiadas mujeres que no hacen valer sus derechos. Saben que tienen derechos, pero muchos no son capaces de realizarlos por su propio bien o por el de la comunidad.

  “La situación de las mujeres ha evolucionado estos últimos años”

Fotografías: Pascal DROUHAUD

¿La crisis sanitaria mundial de COVID-19 ha empeorado la situación de los derechos de las mujeres?

Sí, lo ha hecho. Estamos confinados. Hay muchos países que sufren la pobreza y la represión: es una triste realidad. En algunos países sigue habiendo violaciones de los derechos humanos. Las dictaduras se mantienen simplemente no implicando a la población en la toma de decisiones políticas o económicas.

Son males estructurales que afectan a la población. La pandemia y sus consecuencias, como el miedo y la reducción de los desplazamientos, se han sumado a estas realidades aumentando las tensiones sociales. El hambre y la miseria se suman a esta situación. En Guatemala, también hemos experimentado huracanes. Son el castigo de nuestra “madre naturaleza”. Todo esto se une para reforzar el miedo. ¿Sabías que en Guatemala 26.000 comadronas han atendido el tema de la maternidad a lo largo del año 2020? El resto de la profesión médica se movilizó en el frente de la pandemia. Estas mujeres tienen un papel esencial en la sociedad, pero que no ha sido reconocido hasta ahora. ¡Viva estas mujeres que conocen nuestra medicina ancestral! Finalmente, se les reconoce: pero el coste de este reconocimiento habrá sido la pandemia.

¿Comparte la idea de que la movilización social es un medio importante para hacer oír los derechos de las mujeres?

Absolutamente. Pero no se trata sólo de los derechos de las mujeres. En general, el Estado de Derecho está en peligro. Corremos el riesgo de dar un gran paso atrás. ¿Por qué? Porque la impunidad y la corrupción siguen presentes. Son medidas dictadas por una lógica de estado de cosas que nada tienen que ver con la voluntad popular y la participación democrática. En Guatemala también existen turbulencias porque estas fuerzas oscuras se desarrollan en el contexto de la pandemia. No se trata sólo de la epidemia, sino de los efectos generados por quienes se aprovechan de la situación para sacar provecho de ella.

Por eso, si no hay movilización social, perderemos aún más. Por eso ha habido marchas y manifestaciones. Tenemos la obligación de arriesgar nuestras vidas porque lo que está en juego va mucho más allá de lo que plantea la pandemia por sí sola.

¿Qué mensaje de esperanza desea compartir el 8 de marzo?

Las mujeres deben, sobre todo, ser conscientes de que deben tomar el control de sus acciones. Son aprendizajes y lecciones de vida para las sociedades y las nuevas generaciones. Mi mensaje es el siguiente: no sólo debemos pedir diversidad, sino que debemos ejercerla. Las mujeres deben movilizarse. Por ello, hago un llamamiento a las mujeres para que ejerzan plenamente su liderazgo.

Deseo buena salud porque muchos trabajan mucho y se olvidan de su salud. Que las mujeres aprendan a amarse a sí mismas, a cuidar de sus comunidades, de su gente, de la humanidad.

Muchas gracias y un saludo a todos los hombres del mundo. La felicidad no podría ser completa sin esta complementariedad, esta dualidad, esta generosidad mutua. Un saludo a todos los que contribuyen a construir una humanidad más armoniosa.

Entrevista exclusiva difundida en LatFran y la Revista Política y Parlamentaria.

Entrevista realizada por Guillaume Asskari

Entrevista realizada por Guillaume Asskari