Un presidente acorrolado
La situación política y social del Perú dio un giro inesperado el pasado 7 de diciembre cuando Pedro Castillo, al verse amenazado de ser destituido por incapacidad moral, anunció que iba a disolver el Congreso. Esta acción fue vista como un intento de golpe de estado fallido, lo que llevó a las autoridades a encarcelar al entonces presidente.
A esto hay que sumarle las antiguas acusaciones que pesan sobre el presidente como la de tráfico de influencias en la FAP(Fuerzas Armadas del Perú), la concesión de licitaciones y adjudicaciones de obras públicas de manera direccionada, entre otras.
Todo este contexto hizo que el corto gobierno de Castillo estuviera marcado por la inestabilidad.
Pedro Castillo © Presidencia Perú
Un descontento popular
Dina Boluarte con el alcalde distrital de Machu Picchu © Presidencia Perú
Seis presidentes acusados
Para entender la situación actual del Perú se debe tener una vista general de todas las diferentes crisis políticas que han llevado al país a este punto de quiebre.
La corrupción es el mayor problema del Perù, en las elecciones presidenciales no se vota por el mejor candidato sino por el «menos peor». Se tiene por sentado que los políticos van a ser corruptos.
Los últimos diez presidentes del Perú, a excepción de Paniagua y Sagasti, han terminado en prisión o con cargos penales. El último presidente en ser electo fue Pedro Pablo Kuczynski, o PPK, en 2016. Después se sucedieron presidentes intermitentes hasta la elección de Castillo en 2021. PPK dimitió por sus implicaciones con Odebrecht, la constructora brasileña que sobornó a varios presidentes de América Latina para obtener las licitaciones para grandes obras en el continente.
Pedro Pablo Kuczynski
Un desfile de presidentes
Le sigue Marin Vizcarra, que fue a su vez revocado por cargos de corrupción durante su rol de gobernador regional de Moquegua, y que recibió sobornos de la constructora Obrainsa y Astaldi.
Al ser revocado por Vizcarra, Manuel Merino asume la presidencia pero sin un apoyo popular y con fuertes protestas, solo estuvo en el poder durante seis días. Consecuentemente, el presidente provisional fue Sagasti hasta las nuevas elecciones en las que ganó Pedro Castillo.
Su elección fue una sorpresa para todos; el profesor sindicalista, un «outsider» de la política peruana fue elegido como el presidente del Perú. Sin embargo no escapó de las redes de corrupción en las que cayeron también sus predecesores.
Manuel Merino © Presidencia Perú
Una crisis política y social
Así que el malestar y desconfianza popular no son algo nuevo, y a esto se ha sumado la centralización en la capital de Lima. Muchas regiones denuncian un abandono de parte del Estado. Esto se puede ver por la polarización de la sociedad, dónde el racismo y el clasismo no son cosas nuevas.
Entre los años 80 hasta los 2000, fue la época del terrorismo, dónde el grupo Sendero Luminoso, de inspiración maoista-leninista, sembro el terror en el Perú, con el fin de implantar un nuevo gobierno. Se oponía a lo que llamaba un «gobierno de burgueses» y denunciaba las desigualdades sociales entre los habitantes de la capital y de los Andes.
Durante más de 20 años los seguidores de Sendero Luminoso y las fuerzas del gobierno se enfrentaron, sobre todo en la región de Ayacucho. La violencia ejercida por el estado peruano para luchar contra el terrorismo causó mucha polémica pues muchos inocentes fueron afectados.
Como se puede ver, esta crisis política y social lleva ya muchos años. Al día de hoy, el antiguo presidente Pedro Castillo se encuentra detenido y espera el veredicto sobre las acusaciones constitucionales en su contra.
El Palacio del Gobierno en Lima © motoperu
Unas exigencias ciudadanas
Entonces ¿Qué es lo que los peruanos piden ahora concretamente? En un primer momento Boluarte afirmó que se quedaría en el poder hasta el 2026, fecha del final del mandato de Castillo, lo que no hizo más que exacerbar el descontento popular.
Por ahora se tiene entendido que las próximas elecciones se realizarán en abril 2024 aunque muchas bancadas reclaman un adelanto para octubre de 2023. Los manifestantes reclaman también una asamblea constituyente en donde los ciudadanos sean escuchados y opinen sobre la concepción de una nueva constitución.
La inestabilidad política no es algo nuevo en América Latina, sin embargo este movimiento demuestra que los peruanos ya están hartos de las élites políticas y los juegos sucios de la política. Eso no quiere decir que va a ser fácil ganar la confianza de la población hacía el gobierno y resolver todos los problemas sociales, políticos y económicos a los cuales se enfrenta el Perú y que se haga de un día para el otro.
Se tiene que llevar a cabo un cambio radical y estructural de la política peruana, donde las diferentes partes interesadas tienen ideales completamente opuestos
Pancartas políticas en las alturas de Lima © CiLLicht
Son necesarios unos cambios
¿ Pero cuál podría ser este cambio ? En primer lugar, la descentralización es clave; la mayoría de las ciudades del Perú, y pequeños poblados los servicios básicos no están disponibles en muchos de ellos.
¿ Y para ganar la confianza de los peruanos ? Muchas iniciativas de democracia directa son posibles, cómo la asamblea constituyente, y tal vez reducir el salario presidencial y de los congresistas lograría que los políticos se interesen en el gobierno no sólo por razones económicas.
El racismo y clasismo no se van a resolver de un día para el otro, en un país con 60 % de gente mestiza, 22,3 % de quechua hablantes, 5,9 % de gente blanca y 3,6 % de Afrodescendientes. Por ello, una mayor diversidad y representación podría ayudar.
¿ Hacia un diálogo pacificado ?
En la cultura «legítima» como la prensa, televisión, política o hasta publicidades se ve como sólo una élite limeña o universitaria está presente, al contrario toda la riqueza cultural del Perú no está representada .
La erradicación de la pobreza es un tema muy delicado, una gran parte de los peruanos trabaja de manera informal, la inflación aumenta y los salarios siguen siendo los mismos.
Encontrar una solución milagro parece imposible, pero todo tiene que comenzar con un diálogo para tomar en cuenta las preocupaciones de los ciudadanos y no hacer de la política un juego de unos cuantos privilegiados.
Nayra Palacios
autora